Conocer a alguien, enamorarse, organizar la vida en base a eso. La secuencia es predecible y Adrián eligió quebrarla. Regresa a Lima para quedarse por una temporada larga y conoce a César. Los dos son padres, han elegido maneras diferentes de serlo y, desde la alternativa que cada uno ha tomado, buscan abrirse a un posible amor entre hombres. Cuando los hijos duermen trasciende todo tipo de etiquetas para revelarnos una literatura a secas, poderosa en su sinceridad. Un lugar donde hay que luchar para no enterrar los sentimientos.
“Mientras observamos dormir a nuestros hijos y creemos que están entregados a ese simulacro de paz, otra vida, la nuestra, trascurre bajo cientos de fogonazos que intentamos vanamente contener. Esa es la impresión que me aborda y me persigue al leer la novela Cuando los hijos duermen, de Juan Carlos Cortázar. Este libro es una línea que luego se va multiplicando en otras más, creando bellos paralelismos entre una sexualidad en tensión, pero que busca estallar en cualquier instante, con un contexto determinado que busca también enfrentarnos a lo que sucedió en el Perú durante los años de la violencia más irracional. Nuevas miradas de nuestro entorno se hacían necesarias en la narrativa peruana y me alegra descubrirla en la prosa de Juan Carlos Cortázar”. Ricardo Sumalavia.