Lobo es un niño que, en el campamento de la ladrillera El chino, busca encontrar la alegría en medio de un trabajo desolador. Al no saber quiénes son sus padres, se le entrega la libertad de escoger su propio nombre. Decide llamarse “Lobo” y con esa marca, a lo largo de los años, es acogido por diferentes familias y recibe nuevos nombres que nunca llegan a satisfacer su verdadera ansia: tener una identidad, saber dónde están sus raíces. 

Así asistimos a una historia de vida que mezcla ternura e inocencia con los días grises de los niños explotados. Somos testigos del crecimiento de Lobo, de sus aventuras en la adolescencia, entre amores no correspondidos y el sueño de un trabajo estable, hasta llegar a una adultez donde la lucha por entender su origen se vuelve crucial. ¿Logrará encontrar su verdadero nombre? ¿Hallará el calor humano que no recibió de niño? Cada página de Lobo sin nombre nos recuerda nuestra propia lucha por comprender nuestra misión en la vida, por eso las aventuras de su protagonista nos conmueven y nos impulsan a leer hasta el final, a buscar junto con él la luz al final del túnel.

Julio Dika ha escrito una novela que es un reflejo de la lucha que todos tenemos por encontrar un centro en la vida, un amor entre la niebla y, sobre todo, la felicidad de entender quiénes somos. Y nos deja claro que, de alguna forma u otra, todos somos un lobo sin nombre que busca ser salvado por otros, por aquellos que nos abrazarán como una familia sin ser de nuestra propia sangre.