La novela nos presenta en sus páginas a Javier Fraga, un escritor que vive sus días entre la depresión y los vicios. Sus ganas de vivir se revitalizan por breves periodos gracias a las mujeres con las que se relaciona, quienes encuentran en su fragilidad un vehículo para sostener sus propias complejidades. El sexo desenfrenado con ellas, la obsesión por sus cuerpos y por sentirse acompañado, a la par de la pulsión tanática que lo persigue, convierten al escritor en un arquetipo de la desesperación. Augusto Rubio Acosta experimenta en este libro con los diarios cruzados, la narración en primera persona, el dato escondido y otras estrategias literarias, con la conciencia plena de estar novelando la autodestrucción.

“Fraga nos sumerge en una prosa al servicio de la existencia de mujeres altamente inquietantes como Laura. Su relación con el narrador es parte de una educación sentimental de la soledad y la destrucción. El narrador es un personaje interesante que, con la ayuda del psicoanálisis y las lecturas, va comprendiendo sus anhelos y frustraciones. Una lectura estimulante y provocadora la de Augusto Rubio”, Alonso Cueto