El viaje de Cristina a Puerto Maldonado para conocer el recién inaugurado puente Billinghurst, el más largo del Perú, trae consigo insospechados descubrimientos. Como han bloqueado el acceso, Cristina con su novio João y Nieve, la silenciosa hija de este, terminan quedándose en Huepetuhe, también conocida como “La Ciudad Dorada” por ser el centro de la minería ilegal de Madre de Dios. No es un lugar para una mujer y menos para una niña, le advierten, pero ellos se dejan llevar por las circunstancias y se internan en lo inesperado: una selva en constante depredación, un lugar sin ley donde la libertad sexual se vive entre nightclubs, prostibares, películas porno en hoteles y la mirada de niñas prostituidas. Tati, un travesti nacido en Europa, se convertirá en un guía, no solo a nivel de territorio, sino también en el mapa emocional de Cristina, que pone en tela de juicio sus afectos. Su educación conservadora de limeña y sus traumas dormidos van reflotando durante los días que pasa en Huepetuhe, más aún después de conocer a Leoncio, un hombre hecho a la medida de ese mundo. Es también un viaje de toma de conciencia sobre el país, la corrupción, los fracasos como patria, las postergaciones. Por eso, cada paso que Cristina da plantea una sola pregunta que, en el fondo, es la misma que todos nos hacemos en algún momento: ¿Cuándo seremos capaces de abrir los ojos al amor y la vida?